ARQUITECTURA DEL RETABLO
El retablo fue realizado por el ensamblador vallisoletano Alonso del Manzano, uno de los mejores ensambladores vallisoletanos de comienzos del siglo XVIII, y que trabajó abundantemente tanto para la ciudad de Valladolid como para las actuales provincias de Palencia y Valladolid. Manzano contrató el retablo en 1711, cobrando por su hechura 28.000 reales. Manzano se tuvo que ajustar a la traza de Lucas Ortiz de Boar, maestro de arquitectura. La obra se terminaría en 1715 según consta en los protocolos notariales de Santiago Asencio, escribano de Medina de Rioseco: “Digo que habiéndose rematado la obra y fábrica de un retablo para la iglesia de Fuentes de Valdepero, que ha corrido a ejecución y cargo de Alonso del Manzano, Arquitecto”.
El retablo asombra desde el momento en que se accede a la iglesia debido a su tamaño colosal, que es debido en gran parte al uso del estípite gigante. El retablo tiene la particularidad de que se usa el estípite gigante, relegando a la columna salomónica a un papel meramente ornamental en las hornacinas. Toda la talla del retablo presenta un carnoso abultamiento, muy propio del estilo de Manzano. Los motivos, aunque sujetos a la traza general de Lucas Ortiz, pertenecen al estilo decorativo de Manzano. Las ménsulas de las estatuas son grandes mascarones, de enorme boca, que ya utilizó en el retablo de las Claras, de Peñafiel y en el de Santiago de Valladolid.
El retablo se adapta perfectamente al ábside, se divide en tres cuerpos y en tres calles. Es una lástima que no se llegase a dorar, aunque a pesar de todo sigue siendo un espectacular remate artístico para la iglesia. El retablo se compone de tres cuerpos claramente diferenciados:
Banco. En él encontramos dos relieves y las grandes ménsulas que serán el apoyo de los estípites gigantes del piso superior, dichas ménsulas van decoradas con motivos vegetales crespos y cabezas de ángeles, todo ello de gran volumen.
Cuerpo principal. Está dividido en tres calles, las laterales llevan dos pisos de hornacinas con los diferentes santos dentro, éstas hornacinas de remate semicircular están delimitadas por dos columnas salomónicas, la calle principal lleva una sóla hornacina que a su vez es un transparente, también de remate semicircular y delimitada a los dos lados por dos columnas salomónicas, hay que señalar que todo el cuerpo principal se articula mediante cuatro estípites de orden gigante, los dos estípites de los extremos están más salientes que los dos centrales. Encima de la hornacina de la Asunción se halla una tarjeta sobre placa recortada.
Ático. Según costumbre de Manzano el remate es en forma de cascarón, que se adapta a la perfección al ábside de la iglesia, éste cascarón lleva en el centro un relieve de la Coronación de la Virgen, y en la parte superior y rematando el retablo un relieve de Dios Padre en la Gloria, aparte de esto aparecen asentados los cuatro evangelistas sobre unas cornisas que son el remate a los estípites del piso inferior, hay que señalar que la moda de situar figuras sobre los estípites (o sobre columnas) del cuerpo principal viene ya de largo, y que quizás fue Gregorio Fernández el que más utilizó esa forma de remate, solía situar sobre las cornisas y a plomo ángeles.
ESCULTURA DEL RETABLO
Las esculturas fueron realizadas por Manuel de Ávila, el cual recibiría a cambio 600 ducados, es decir, 6.600 reales (el ducado valía 11 reales). En uno de los libros parroquiales de la iglesia existe un inventario de las alhajas existentes en esta iglesia que nos confirma la autoría y el precio establecido: “dice que existe una Escritura de ajuste entre don José Gatón, cura de la iglesia, y Manuel de Ávila, vecino de Valladolid, relativa a la escultura del retablo por la cantidad de 600 ducados según testimonio del escribano de Palencia Francisco Antonio Montero en 1724”.
La escultura del retablo la podemos dividir en dos tipos: la de bulto redondo: los cuatro santos de las calles laterales, la imagen de la Asunción y los cuatro evangelistas del ático; y por otra parte los relieves, que son tres: dos en la parte inferior y otro en el cascarón.
Los relieves del retablo son tres: la Coronación de la Virgen por parte de la Santísima Trinidad, situado en el cascarón del retablo; la Anunciación del Arcángel Gabriel a la Virgen María; y la Visitación de María a su prima Santa Isabel. También habría que añadir el Padre Eterno que aparece en el remate del cascarón, el cual se encuentra sin policromar.
Los relieves de la zona inferior son mediorrelieves, aunque en algunas partes se alcanza el altorrelieve. En ellos se nota una pesadez en los pliegues. Los fondos aparecen pintados para aumentar la perspectiva, recurso barroco que nos indica una pobreza técnica, pero que a su vez es también un ejemplo de barroquismo, pues es una síntesis de varias artes, en este caso de escultura y pintura. Coloca las figuras en primer término, confinando al fondo la pintura. Los relieves están tallados en bajorrelieve, siendo una excepción la talla de las cabezas, las cuales aparecen en altorrelieve dando casi impresión de ser de bulto redondo, esto quizás se utilice para dar impresión de movimiento a la escena Los tres relieves aparecen ricamente policromados con colores muy típicos ya del siglo XVIII. La policromía de las imágenes se basa en la utilización de colores planos, en el caso de los vestidos además se les adorna con motivos florales en otros colores y motivos a punta de pincel en oro.
El Padre Albano penaba que los relieves no pertenecían al retablo y que incluso podrían proceder del antiguo retablo del siglo XVI y haber sido superpuestos a éste nuevo.
Como dato curioso tenemos en la Visitación una cerradura.
En el caso del relieve de la Coronación de la Virgen, los tres aparecen situados sobre nubes, Dios padre y Dios hijo a una altura superior a la de la Virgen para poder colocar la corona a la Virgen, y en el punto más alto la paloma de Espíritu Santo viendo toda la escena. La policromía es escasa, también se utilizan colores planos y el dorado aparece relegado únicamente al borde de las túnicas. El rostro de la Virgen guarda relación con la producción de los Ávila.
Las esculturas de bulto redondo las podemos dividir en dos grupos, las de los laterales, es decir, San Pablo, San Pedro, el Salvador y San Isidro; y las del cuerpo superior, las cuales son las imágenes de los cuatro evangelistas con sus respectivos símbolos. También habría que añadir la imagen de la Virgen de la Asunción, la cual ocupa la caja central, la cual según el Padre Albano “no es del mismo autor y tampoco se conoce el escultor que la hizo, es barroca y de buena talla, y anterior al retablo”.
Todas las imágenes poseen un gran monumentalismo. En estas esculturas todavía se pueden ver ciertos rasgos provenientes de Gregorio Fernández, a pesar del tiempo pasado, también en algunas de ellas se pueden rastrear los modelos usados a finales del siglo XVII por su padre Juan, como es el caso del San Isidro, el cual lo toma de la imagen titular de la ermita de San Isidro de Valladolid, aunque no llega a su calidad técnica; también toma modelos de su hermano Pedro, como es el caso del San Pedro, cuyo antecedente lo podemos ver en el retablo mayor de la iglesia de San Felipe Neri de Valladolid.
San Pedro y San Pablo. No pueden faltar estos dos santos, que son dos de los populares y que aparecen en la mayoría de retablos barrocos. Cada uno se sitúa a un lado, como enfrentados, San Pedro en lado del evangelio, porta las llaves en su mano izquierda y en la derecha sostiene un libro, aparece con la pierna derecha adelantada, la cabeza es majestuosa y recuerda a la del San Pedro realizada por su padre para el retablo mayor de la Colegiata de Lerma. Lleva vestido azul y túnica de color rojizo, toda ella surcada con motivos decorativos de oro. San Pablo viste de la misma manera y con los mismos colores, debía de llevar espada en la mano derecha y en la mano izquierda un libro, aunque ambos atributos así como esta última mano están desaparecidas. Ambas imágenes hacen el ademán de andar, teniendo una pierna avanzada. Los paños de ambas esculturas son quebradizos, de corte agudo y pliegue pequeño, lo que hacen que se acerquen bastante al estilo de su hermano Pedro de Ávila.
Los otros dos santos son San Isidro y Jesús Salvador. San Isidro fue también una advocación muy popular en la época, puesto que a él se dirigían los rezos para que hubiera buenas cosechas y en ocasiones de sequía para que lloviera. Lleva atributos típicos de labrador como es el arado, en la otra mano lleva una especie de lanza. Pelo de mechones con raya al medio. Bigote y barba sin dividir. Viste a la usanza de la época, con indumentaria de labriego: chaqueta corta con cuello de encaje pequeño; calzas ajustadas al muslo con botas altas hasta la entrepierna. Vestido rojizo, con dibujos dorados a pincel, ceñido con un cíngulo. Botones desde el cuello a la cintura. Sin dudas el modelo deriva del que usó su padre para el San Isidro de la ermita del mismo nombre de Valladolid, y que a su vez deriva del creado por Gregorio Fernández para la iglesia de Santa María, de la localidad palentina de Dueñas. Todavía se deja ver en esta obra tan alejada en el tiempo, sobretodo en el elegante ademán y en los convencionalismos del rostro, incluso en los cabellos caídos sobre la frente, caracteres propios de Fernández.
El Jesús Salvador es ya una advocación más complicada de ver tanto en los retablos como en esculturas aisladas. La imagen, que se sitúa en el lado del evangelio, aparece con las manos en situación como de sorpresa.
En la parte superior se sitúan los cuatro evangelistas, todos ellos portando en su mano izquierda un libro, símbolo del evangelio escrito por cada uno de ellos, en la derecha la pluma, y a sus pies los cuatro ángeles zoomorfos. San Mateo aparece con el hombre, aunque en ocasiones se dice que es un ángel debido a las alas con las que se le representa, aparece el hombre porque en la genealogía de los antepasados de Cristo que estableció, insiste acerca de su humanidad; San Marcos aparece con el león, simboliza que San Marcos comienza con la misión de san Juan cuya voz resuena en el desierto para prepara los caminos del Señor y es semejante al rugido del león, y también porque se creía que el león de los bestiarios resucitaba con sus rugidos a los niños que nacían muertos; San Lucas aparece con el buey, animal de sacrificio, porque habla del sacrificio de Jesucristo; y finalmente tenemos a San Juan con el águila, porque el vuelo de su pensamiento se pierde entre las nubes, o porque osó mirar a la divinidad de frente, como el águila al sol.
Los evangelistas se mueven graciosamente, llevan un movimiento de las piernas dos a dos, los dos más a la derecha adelantan la pierna izquierda, y los dos más a la izquierda adelantan la derecha. Estas esculturas siguen las mismas características del resto del retablo en cuanto a monumentalidad, composición, policromía a base de colores planos, utilización de pliegues pequeños y agudos, etc… quizás señalar que para el San Juan se utilizan los colores típicos que suele llevar San Juan en sus representaciones, que suelen ser el verde para el vestido y el rojo para la túnica.
En resumen hay que destacar que la estatuaria y la arquitectura están sabiamente conjuntadas, y que sin llegar a ser obras maestras, sí que son de una gran calidad. Además tienen el “plus” ser obras de un escultor poco estudiado hasta ahora y que posee un catálogo muy escaso.
Las imágenes fueron doradas hacia 1757, año en el que el obispo don Andrés Bustamante manda “que se doren los santos que se hallan en el altar mayor” y en la visita de 1761 “que se dore el retablo mayor”. Al no existir los libros de fábrica de ese tiempo, no conocemos ni la fecha exacta ni el autor del dorado.
Autor: Javier Baladrón Alonso (http://artevalladolid.blogspot.com.es/)